Los alegatos finales fueron reprogramados para el miércoles 3 de marzo, desde las 10:30.
Ayer se realizó la cuarta audiencia del juicio que se sigue contra el ex obispo de Orán Gustavo Zanchetta. Es acusado autor del delito de abuso sexual simple continuado en perjuicio de dos ex seminaristas, agravado por ser cometido por un ministro de culto religioso reconocido.
En primer término declaró la psicóloga del Poder Judicial de Orán, Rosanna Otaiza, quien ratificó el informe de sus colegas, que declararon anteriormente asegurando que las dos víctimas presentaron signos de abuso sexual. Señaló que la situación denunciada por uno de los seminaristas, lo hizo revivir su experiencia del abuso infantil. La psicóloga describió que la otra víctima mostraba rigidez defensiva con angustia de perder el control, y se lo notaba tenso. Agregó que todo lo sucedido afectó su proyecto vocacional sintiendo que el tiempo que vivió en el Seminario, fueron años perdidos de su vida. La testigo dijo que los relatos fueron consistentes, secuenciales y coherentes.
Otro ex seminarista manifestó a continuación, que tuvo una relación normal con el obispo. Contó que acompañó a Zanchetta en dos viajes, a La Unión y a Rivadavia, y que cuando Gendarmería quizo controlarlo, este se enojó. Narró también que entre los seminaristas se hacían bromas sobre los pedidos de masajes del obispo. En su declaración, recordó que una de las víctimas le contó lo que le había pasado (el episodio del beso en el cuello y que le había tocado las piernas) asegurando que le tenía miedo. Él le aconsejó que hablara con el padre Martín Alarcón. El resto de su testimonio fue coincidente con el brindado por los otros seminaristas.
En tercer lugar, declaró Rodrigo Barreño (ex seminarista y actual sacerdote) quien estuvo en el último año del seminario antes de ser consagrado sacerdote. Al ser consultado sobre si recibió regalos de parte del exobispo, contó que recibió un buzo de regalo. Sostuvo también que cuando estaba de viaje Zancheta les pedía masajes porque estaba cansado, e hizo referencia a una interna entre los sacerdotes, “porque estaban perdiendo poder”. En particular se refirió a Manzano, Acevedo y Alarcón. Concluyó diciendo que una maniobra para demonizar todo lo que hizo el monseñor Zanchetta en la diócesis.
Más testimonios de ex seminaristas
El cuarto declarante del día fue también un exseminarista que formaba parte del “grupo de los preferidos”, según él mismo expresó. Contó que compartía las salidas con el obispo y acompañarlo en la camioneta se prestaba a tener charlas subidas de tono y bromas. Habló de la cercanía y del trato con una de las víctimas, de las veces que entraba en las habitaciones por la noche y los alumbraba con una linterna. Aceptó que el ex obispo le tocó la pierna varias veces, y que hacía que se sintiera incómodo por lo que se retiraba con alguna excusa. Contó también que cuando una de las víctimas abandonó el seminario, el obispo le preguntaba a él sobre su vida, pidiéndole que averigüe cómo estaba, e incluso lo envió a Colonia Santa Rosa a llevarle regalos de su parte. Recordó que le llevó un sobre con dinero y un perfume.
También contó que los sacerdotes Subelza y Gutierrez sabían de los pedidos de masajes y tratos del acusado, de sus abrazos y caricias en las mejillas porque él se lo había manifestado. Agregó que ante la presión y persecución de Zanchetta por la salida del joven del seminario, él no pudo seguir y decidió irse. Aseguró que tenía prohibido hablar con el rector, el padre Martin, por lo que cuando se fue, presentó una nota, cuya copia se le exhibió en la audiencia reconociendo su firma.
En la misma línea que sus compañeros, otro exseminarista contó que después de una charla comunitaria en el living, una de las víctimas le comentó sobre el beso en el cuello.
Un colaborador y diácono de la diócesis, contó que al principio de la gestión de Zanchetta hacía de chófer, y pudo observar que el obispo le pedía masajes en el cuello a los que iban sentados atrás. También fue testigo de las celebraciones en el obispado, con ingesta de bebidas alcohólicas. Informó que llevó a Zanchetta a ver a una de las víctimas porque decía que le preocupaba su salida del seminario. El obispo Zanchetta viajaba siempre con el mismo grupo de seminaristas.
El octavo testimonio de la mañana fue de otro exseminarista, quien describió a Zanchetta como una persona muy selectiva, que elegía a los de “buen porte” y al resto los discriminaba. Contó que recibía un poco de humillación. Citó como ejemplo una ocasión en que a un compañero le trajo de regalo desde Roma un alba (vestidura de los monaguillos para acompañar la celebración de las misas), mientras que a él y a otro les trajo una cruz chiquita de yeso y les dijo que eso era lo que valían. Al seminarista beneficiado, lo invitaba a su oficina para que le haga masajes, mientras que a otro compañero lo discriminaba por ser gordo y morocho.
El último testimonio del día fue de un seminarista, que remarcó que la presencia de Zanchetta generaba tensión en el seminario. Al igual que sus excompañeros, se refirió a los masajes, abrazos, besos en el cuello y al entorno de los elegidos por el obispo. También hizo referencia a los asados y la ingesta de bebidas alcohólicas. Destacó que otros compañeros eran discriminados por gordos o por su rostro. Y agregó que si alguien estaba en contra de Zanchetta se iba del seminario. El aspirante a sacerdote manifestó que actualmente tiene la sensación de que Zanchetta tenía una tendencia homosexual. También comentó que, siendo seminarista, mantuvo una relación con una mujer y que el obispo tenía conocimiento.
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