Cultura

Murió Juan Forn, escritor legendario de la generación del noventa y uno de los editores más importantes de la literatura y el periodismo cultural argentino

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Los viernes van a dejar de llamarse viernes, dice en Twitter Miguel Rep, con una foto de hace pocos días (living, amigos, risas) en la casa de Juan Forn, en Mar de las Pampas. El escritor, magnífico editor, hombre de letras en un sentido cabal, y uno de los brillantes nuevos escritores de la generación del noventa, murió de un infarto, a los 61 años.

Su salud era delicada. Dos episodios de pancreatitis lo habían llevado, junto a la crisis de 2001, a tomar la decisión de cambiar de vida y dejar la ciudad para instalarse en la costa.Captura de Internet de la cuenta de Twitter del dibujante Miguel Rep

Junto a Rodrigo Fresán, Daniel Guebel, Alan Pauls, conformó un grupo de escritores que descolló en los noventa. Publicó bajo una colección que fundó, Biblioteca del Sur, aquella de tapas blancas, cuando las editoriales como Emecé, donde trabajó desde los veinte, empezaron, gracias a él, a mirar a los autores argentinos jóvenes, entre la vanguardia y su negación: la posmodernidad.

Escritores de carrera literaria (entendida por estar en los sitios por donde circula la comunidad literaria) y, en su caso, de una vocación vinculada a la pasión por la literatura que lo recortó de su origen bien. Exalumno del Cardenal Newman, compañero de Macri, pero no exactamente un “Newman boy”: con sus rulos y pelo largo, elegía el rock y la poesía, las vacaciones en Córdoba antes que en Punta del Este. Así lo contaba, con mucho sentido del humor, en notas recientes.

Los viernes no serán más viernes, porque ese era el día de la semana en que la contratapa de Página 12, desde 2008, llevaba su firma. Era un placer que regalaba a los lectores. Textos exquisitos sobre lo que más le gustaba: sus lecturas, las vidas de escritores, muchos poco conocidos, anécdotas que iluminaban la lectura de otros, encontradas entre los pliegues de una historia alternativa de la literatura, la que él fue construyendo con sus textos. También escribía sobre su nuevo mundo, Villa Gesell en invierno y las caminatas por los bosques fríos, atrapando ideas que luego apuntaba para publicar.

“Nadar de noche” (1991) es su texto más exitoso e influyente, el que lo hizo conocido. El que define la aparición de la posmodernidad en las letras argentinas. El que marcó a una generación de jóvenes lectores (¿pasan todavía ese tipo de cosas?), sobre todo con el extraordinario, inolvidable relato que le da título. Empezó a publicar –”Corazones cautivos”– muy joven, a los 28 años. “Frivolidad”, “Puras mentiras” y “La tierra elegida”fueron otros de sus títulos. Ya era una leyenda a mediados de los noventa. Pero una leyenda siempre en la suya: esquivo al éxito, a pesar de tantas oportunidades, que supo dar a otros. Metido en lo que amaba.

Después de su novela “María Domecq”, mudó su firma, se refugió en esas contratapas que quedarán en la historia. Lo único que leían los que no eran lectores de Página 12, hechizados por sus historias de escritores atormentados, que Forn contaba con un entusiasmo y un placer contagiosos.

El espacio ganado por la literatura en la prensa gráfica le debe mucho. El Konex de Platino al periodismo literario, que recibió, no pudo ser más justo. Fundó el suplemento Radar, lo que por sí solo valdría para entender su influencia enorme en los escritores argentinos. El suple cultural que sale los domingos con Página 12 y cuya subeditora, Mariana Enriquez, fue “descubierta” como escritora punk por su generoso ojo de lector y editor.

Forn mantuvo muy viva la transmisión del entusiasmo por la lectura, por descubrir autores, por difundir aquello que valía la pena y quedaba fuera de los caprichosos focos del mainstream. Fue traductor, director de colecciones editoriales y un editor único. Severo, implacable, muy capaz de dar vuelta por completo un texto ajeno, si consideraba que eso lo mejoraría. El nombre que aparecía inmediata, inequívocamente, como respuesta al que preguntara por buenos editores de texto en el “mercado argentino”: el mejor es Juan Forn.

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