En la arena política actual, algunos dirigentes no dudan en utilizar temas sensibles, de profundo impacto social, como meros instrumentos para engrosar su figura pública y potenciar su campaña política.
El diputado Esteban Romero, el concejal Gustavo Farquharson y el diputado Omar Exeni, cada uno desde su sector ideológico, recurren a los mismos recursos populistas: causas que apelan al (mal)humor social. Sus proyectos, aunque en apariencia buscan mejorar ciertos aspectos de la realidad, en el fondo son medidas que poco o nada resuelven, y que lo único que buscan es atraer miradas y votos.
Juan Esteban Romero, con su proyecto de rinoscopias obligatorias para los funcionarios públicos, nos quiere vender la idea de que la ética y la transparencia en la política pasan por un análisis toxicológico. Un análisis que, a pesar de su simbolismo, no elimina la corrupción ni garantiza que algunos políticos dejen de estar involucrados en actividades ilícitas como el narcotráfico y el crimen organizado. La adicción, debe considerarse una enfermedad que requiere tratamiento y no un delito a perseguir. Es inconcebible que un legislador, al someterse a este tipo de pruebas, pretenda dar lecciones de moralidad, cuando su verdadero compromiso debería estar en la resolución de problemas concretos como la pobreza, la educación o la salud. No hemos visto al diputado Romero recorrer la infranqueable zona del Pozo de la Muerte, donde la juventud es víctima del flagelo de la droga, ni las comunidades originarias, donde los niños, desde muy temprana edad, se inician en consumos problemáticos de alcohol y nafta. Un análisis de rinoscopia negativa no convierte a un político en un buen legislador ni asegura su eficiencia en la gestión pública.
Por otro lado, el concejal Farquharson, quien se autodenomina defensor de los derechos humanos, ha impulsado un proyecto de cupo femenino en las licencias de taxis y remises, proponiendo un porcentaje específico de licencias para mujeres. Esta medida, lejos de ser un avance significativo en la lucha por la equidad de género, es una estrategia claramente populista. En la actualidad, las mujeres ya están integradas en este ámbito de manera individual o mediante grupos como el «Taxi Rosa», que brinda a las pasajeras la opción de ser trasladadas por mujeres. No se trata de una cuestión de cupo, sino de ofrecer oportunidades y condiciones laborales dignas, sin necesidad de imponer cuotas que nada resuelven en la práctica. En lugar de proponer medidas que realmente transformen la realidad de las mujeres y garanticen su acceso a derechos y empleo en condiciones de igualdad, Farquharson se limita a presentar una propuesta repetitiva, destinada más a mantener cautivo a su electorado que a generar un verdadero cambio.
A esta moda se suma Omar Exeni, quien pareciera que cada día sigue las tendencias en redes sociales para lanzar proyectos llamativos sin un verdadero análisis de fondo. En esta ocasión, aprovechando la sensibilidad que despertó la trágica muerte de Kim Anura Gómez, la niña fallecida tras ser arrastrada varias cuadras por dos menores que robaron el auto de su madre, Exeni exigió bajar la edad de imputabilidad. «Somos rehenes de ‘niños chorros’, y eso tiene que cambiar», afirmó al presentar un proyecto de declaración instando al Congreso a votar la modificación del Régimen Penal Juvenil, que incluiría la baja de la edad de imputabilidad a 13 años. La medida responde más a la necesidad de capitalizar un hecho conmocionante que a una política de seguridad efectiva y estructural.
Estos proyectos, sin importar la ideología que los respalda, tienen algo en común: el uso y abuso de causas que deberían ser tratadas con seriedad, con un enfoque profundo, y propuestas de solución, pero que son utilizadas como simples herramientas de campaña. Romero, desde su posición de derecha, intenta posicionarse como el paladín de la lucha contra el narcotráfico; Farquharson, desde la izquierda, se presenta como el defensor de los derechos de las mujeres; y Exeni, con su oportunismo mediático, busca subirse a la ola del debate sobre la imputabilidad de menores. Pero ninguno de los tres está dispuesto a ir más allá de los titulares y las imágenes. Ninguno de estos proyectos, por más loables que puedan parecer en una lectura superficial, abordan los verdaderos problemas estructurales que enfrenta nuestra sociedad.
Es hora de que los políticos comprendan que la política no se trata de generar espectáculos mediáticos ni de tomar decisiones populistas que apenas rasquen la superficie de los problemas. Se trata de trabajar en soluciones reales, comprometidas con el bienestar de las personas y con el progreso de la sociedad. Mientras Romero, Farquharson y Exeni se dedican a presentar iniciativas que se desvanecen con la misma rapidez con la que son anunciadas, los ciudadanos siguen esperando respuestas concretas y acciones verdaderas que aborden las necesidades reales de la gente.
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